Jacques Ellul. La técnica como fatalidad

Para Jacques Ellul (1912-1994), filósofo francés fallecido hace ya dos décadas, la técnica se hizo autónoma, es decir, ha acabado siendo independiente del hombre, y en vez de ser un medio exclusivo para nuestra supervivencia, se ha convertido en un fin, un modus vivendi en el que hemos quedado atrapados. Un gran sistema técnico rige la vida del hombre moderno.

La técnica es una fatalidad, un destino contra el que debemos sublevarnos para volver a ser sujetos y no meros objetos de un sistema anónimo. Ellul cree que si tomamos conciencia de la dominación a la que nos somete la técnica, entonces comenzará para nosotros la libertad, y que para entender el sentido que tiene la técnica en el mundo actual es necesario un cuestionamiento radical de la vida moderna.

A continuación, para quien no entienda bien el francñes, transcribimos la traducción de esta entrevista a Jacques Ellul.

Jacques Ellul – Le Système Tecnicien

Uno de mis mejores amigos fue un gran cirujano. En una discusión acerca de los problemas de la técnica y del progreso, alguien le dijo “amigo mío, usted que es un buen cirujano conoce bien los progresos realizados, por ejemplo, en la técnica quirúrgica”. Era un hombre con un gran sentido del humor y dijo que efectivamente conocía bien los progresos de la técnica en el campo de la medicina, por lo que iba a plantear una cuestión: “nosotros podemos, por ejemplo, transplantar un corazón, el hígado, los riñones, pero ¿de dónde proceden estos riñones, este hígado, este corazón? tienen que estar sanos, en buen estado, que no se encuentren afectados por ninguna enfermedad, tienen que estar frescos, así que sólo puede haber una fuente: los accidentes de tráfico. Si usted quiere multiplicar este tipo de operaciones es necesario multiplicar los accidentes de tráfico. Si quiere disminuir los accidentes de tráfico, disminuirán los transplantes de órganos”. Todos quedaron sorprendidos, pero, con su buen humor, había puesto el dedo en la llaga.

La Técnica con T mayúscula no es una cosa concreta como una máquina o la electricidad. El fenómeno técnico se ha convertido en un fenómeno separado de la máquina.

Una de las ilusiones que se busca desarrollar en el hombre moderno es la de creer que la técnica le hace más libre. Cuantos más medios técnicos utilice será más libre. ¿Libre, para qué? Usted es libre de comer cosas buenas. Es verdad, si usted tiene dinero. Usted es libre de tener un vehículo que le permita viajar. Libre de ir a la otra punta del mundo, a visitar Tahití. La técnica le permite ser libre. Puede ver imágenes que proceden de todo el mundo. Es maravilloso, extraordinario. Usted tiene un universo libre delante suyo. Pongamos un pequeño ejemplo: el automóvil. Cuando llega el momento de las vacaciones, nos encontramos con tres millones de parisinos, cada uno de los cuales va a decidir libremente que va a tomar su automóvil para ir al Mediterráneo. Son tres millones de personas que deciden libremente hacer exactamente lo mismo. Entonces, yo me pregunto “¿es que el automóvil es verdaderamente un medio de liberación? Estas personas no han reflexionado absolutamente ni un segundo que están rigurosamente determinados por el los aparatos técnicos y por el género de vida que llevan, que son una masa perfectamente coherente.

Es muy difícil en una sociedad como la nuestra que las personas sean responsables. Pongo un sencillo ejemplo: Una presa hidroeléctrica que se rompe. ¿Quién es responsable? Están los geólogos que han hecho los estudios del terreno, están los ingenieros que han diseñado el perfil de la presa, están los obreros que la han construido, están los políticos que han tomado la decisión de su construcción en determinado lugar… ¿Quién es responsable? Nadie. Nunca hay responsables, en ningún sitio. Dentro del conjunto de la sociedad tecnológica las tareas están tan particularizadas, tan fragmentadas, divididas en pequeñas fracciones, que nunca hay responsables, y al mismo tiempo, nunca hay hombres libres. Todos se encuentran encerrados en un determinado nivel de trabajo a hacer y eso es todo. Pienso en una horrible excusa que tuvo lugar… para mí fue una de las cosas más horrorosas que he escuchado nunca. Durante el proceso de Nuremberg, al director del campo de concentración de Bergen-Belsen se le preguntó si no se horrorizó ante tantos cadáveres. Su respuesta fue que los hornos crematorios eran insuficientes y que no podían quemar todos los cadáveres, que tenían una cantidad extraordinaria de dificultades técnicas y no tenía tiempo de pensar en los cadáveres que se amontonaban, pues lo que verdaderamente le interesaba era el problema técnico que tenía con los hornos crematorios. Estamos en presencia del hombre totalmente irresponsable que tiene una tarea técnica con la que cumplir y el resto no le interesa.

Sobre el pillaje y la masacre de las civilizaciones indígenas… 

Sí, en efecto, para mí es el mayor drama y nuestra mayor culpa. Nosotros entramos en esas sociedades considerando que se trataba de salvajes, que casi no eran humanos; no tomamos en serio lo que ellos podían tener de verdad. Hay dos aspectos. En primer lugar, pretendimos utilizar todas las riquezas de aquellos países, utilizarlas desde nuestra perspectiva industrial principalmente. Así pues se destruyó su agricultura tradicional y se reemplazó por lo que se ha llamado “agricultura industrial”: cacahuete para fabricar aceite, el cacao, la caña de azúcar, etc. Al mismo tiempo se obligó a los miembros de estas sociedades a obedecer a quienes les habían sometido. Fueron destruidas aquellas cosas tan básicas sin las cuales no se puede vivir. Destruimos sus estructuras sociales, destruimos el conjunto de creencias, es decir, todas las formas que ellos tenían de comprender el mundo, el universo. Lo que es sagrado en unas sociedades no lo es en otras. Cuando se destruye todo aquello que llamamos “lo sagrado”, entonces se veneran aquellas fuerzas que se han impuesto y que han demostrado ser más fuertes, las nuevas cosas sagradas se convierten en más sagradas que las antiguas. Este es uno de los aspectos gravísimos de nuestra sociedad. La técnica, habiendo destruido todo lo que los humanos consideraban o llamaban “lo sagrado”, como la naturaleza, etc., ha conseguido que los seres humanos, espontáneamente, consideren la técnica como sagrada. Es esto lo que es extremadamente grave. Lo sagrado, en otros tiempos, estaba siempre en la naturaleza, pero hoy en día la naturaleza ha sido totalmente desacralizada, siendo la técnica la que se presenta al hombre moderno como lo sagrado. Pienso en el escándalo que se produce cada vez que hay una manifestación en las calles. Lo que escandaliza de verdad a la gente es cuando los manifestantes queman un automóvil, porque esto supone la destrucción de un objeto sagrado.

Esto es uno de los elementos fundamentales de las reglas de interpretación de la técnica: hace falta darse cuenta de que todo progreso técnico se paga, que toda felicidad del hombre se paga, y que hay que preguntarse siempre cuál es el precio que se va a pagar. Basta considerar, por ejemplo, al contrario de lo que queremos decir ahora, cuando Hitler llegó al poder. Se dijo que los alemanes estaban locos, que todos o casi todos eran favorables a Hitler. Efectivamente, él hizo desaparecer rápidamente el paro, devolvió con presteza todo su valor al marco alemán, hizo que se multiplicase bruscamente el crecimiento económico. Cómo se puede pensar que una población poco informada, viendo como se producía ese gran milagro económico, estuviera en contra. Es suficiente plantear la cuestión de cuál es el precio, qué es lo que había que pagar a cambio de aquel progreso económico, de aquella mejora de la moneda, de la disminución del paro, etc… Cuánto costaría todo esto. Pronto se vio que efectivamente costaría muy caro todo aquel éxito. Esto es lo típico de nuestra sociedad moderna. Mientras que en las sociedades tradicionales se planteaba siempre esta pregunta. Es decir, si yo hago esto que perturba el orden de las cosas, ¿qué coste va a tener?

La sabiduría no se crea por una reflexión intelectual sino que era una lenta transmisión de generación en generación, de una acumulación de experiencias, era una relación con el medio natural. La naturaleza nos dio modelos de vida. Entonces hubo que abandonar todo esto. Si se entra en el universo de la técnica se deja de tomar la sabiduría humana tradicional en serio. Así mismo, la técnica nos obliga a ir cada vez más rápido, y va a reemplazar la reflexión por el reflejo. La reflexión es lo que se produce cuando he tenido una experiencia y he reflexionado sobre ella. Y el reflejo es saber inmediatamente lo que hay que hacer en determinada circunstancia sin reflexionar. La técnica exige que no se reflexione. Si en un automóvil que corre a 160 km/h nos paramos a reflexionar es cuando tenemos un accidente. Hay que tener reflejos. Lo que exige la técnica es precisamente que no reflexionemos, pero que tengamos reflejos. Precisamente a causa de la eficacia, la técnica supone un aumento de poder, pero también de los riesgos. Se busca la eficacia y no se mira nada más y por tanto aumentan los riesgos. Aumento de poder y aumento de riesgos. Haría falta que el hombre se cambiase a sí mismo y fuese autosuficiente (dueño de sí mismo) para llegar a dominar este poder y quizá no utilizarlo completamente para evitar el riesgo. Haría falta, dicho de otra forma, que cambie rápidamente para utilizar bien, no eficazmente, sino bien, la técnica. Y haría falta que se produjera lo que dijo el filósofo francés Bergson, hace ya mucho tiempo, en 1930: cuanto más aumente el poder del hombre será más importante que el hombre sea un suplemento del alma, que su alma sea mejorada de alguna forma. Pero si el hombre continua no teniendo más que una idea, el poder, y se le da el medio para tenerlo, lo va a utilizar lo más rápidamente posible, sin tener nada en cuenta.

La técnica no soporta que se la juzgue. Es decir, los tecnólogos no soportan que se hagan juicios éticos o morales sobre lo que ellos hacen. Y sin embargo, hacer juicios éticos, morales, espirituales, es la más elevada libertad del hombre. Así pues nos privan de nuestra más elevada libertad. Es decir, yo puedo hacer todos los discursos que quiera sobre la técnica porque a los tecnólogos no les importará en absoluto. No cambiarán nada de lo que están haciendo, de lo que están decididos a hacer y de lo que están condicionados a hacer. Los tecnólogos no son libres. Están condicionados a la vez por su educación, por sus prácticas y por el objetivo a conseguir. No son en absoluto libres en el ejercicio de sus técnicas. Ellos hacen lo que las técnicas exigen. He ahí por qué pienso que existe un conflicto entre la libertad y la técnica.

Yo creo que la técnica humana nace a partir de la infelicidad del hombre. El hombre que vive en las ciudades, en un universo donde nada está vivo, donde todo está hecho de piedra, de hormigón, etc. Allí dentro el hombre no puede ser feliz. Tiene problemas psicológicos, que son resultado esencialmente de su medio, así como de la velocidad a la que está continuamente obligado a adaptarse. El hombre que está hecho para vivir los tiempos de la naturaleza, se convierte en un enfermo psicológico. Para responder a esta enfermedad psicológica existen técnicas humanas exactamente igual que técnicas médicas. Pero las técnicas humanas tienen por finalidad permitir al hombre vivir en un medio que es anormal. Cuando se hace submarinismo hay que ponerse un traje adecuado, hay que utilizar una botella de oxígeno para vivir en ese medio anormal. Las técnicas humanas son exactamente lo mismo.

Conozco un gran número de personas a las que les gusta la publicidad en la televisión porque les parece muy divertida. Para ellos es una distracción, una diversión. Las personas que están todo el día en un trabajo que les aburre necesitan una diversión, necesitan cambiar de ideas. La palabra diversión, por otra parte, es significativa porque… por ejemplo, cuando Pascal emplea la palabra diversión quiere decir que el hombre que está orientado hacia Dios es desviado del camino que le lleva a Dios por una diversión, se divierte, en lugar de pensar en Dios, se divierte. Para nosotros, en lugar de pensar en los problemas resueltos por la técnica, nuestro oficio, etc., buscamos una diversión, divertirnos. Las diversiones están producidas por técnicas, pero técnicas que son dictadas por las técnicas humanas. Es porque se conoce bien la psicología humana en determinadas condiciones, del hombre que trabaja en tal y tal condición que se le provee de la diversión que servirá de compensación en definitiva.

La época de los “media” es al mismo tiempo la época de la soledad. Esto es algo muy importante que subrayan los jóvenes. Las revueltas estudiantiles, lo que se ha llamado los rebeldes sin causa, que se produjeron en Estocolmo en 1953, fueron la primera vez que se producía una revuelta estudiantil sin causa. Tenían de todo, eran felices, vivían en una buena sociedad, no tenían necesidad de nada, pero de golpe, la noche de San Silvestre se lanzaron a las calles de Estocolmo y lo rompieron todo. No se comprendía nada. Porque ellos tenían necesidad de otra cosa, no de consumir, ni de la técnica.

Cuando el ser humano pierde la motivación profunda de su vida pueden ocurrir dos cosas. Difícilmente acepta que sea verdad, que sea así, y en ese caso es tentado por el suicidio. O bien tratará de huir en la diversión o bien caerá en una depresión y tomará remedios (medicinas). Así pues, cuando alguien toma conciencia de que vive lo mismo que la mayoría de la gente de nuestro tiempo se deprime, pero no se enfrenta la situación sino que se continúa hacia adelante cada vez más rápido, sin saber hacia donde se va pero cada vez más rápido.

Nosotros estamos ahora con el mundo técnico en una situación que cambia completamente esta situación del sujeto. Esto quiere decir que el hombre del mundo tecnológico está preparado para no ser más un sujeto a cambio de facilitar el consumo, a cambio de seguridad, a cambio de todo un conjunto de cosas, el bienestar que le aporta esta sociedad… y reflexionando sobre ello pienso en la historia bíblica de Esaú y el plato de lentejas. Esaú estuvo dispuesto a renunciar a la bendición de Dios, a las promesas de Dios, por unas lentejas. De la misma forma el hombre moderno está dispuesto para abandonar su situación de sujeto por el plato de lentejas que le ofrece la sociedad tecnológica. De la misma forma que Esaú se engañó con su elección, el hombre que abandona su situación de sujeto es engañado igualmente en la sociedad tecnológica. De hecho renuncia a ser un sujeto en provecho de una serie de mentiras. No ve que en su elección está manipulado, es decir, que está transformado en su interior por la publicidad, por los medios de comunicación, etc. Hay que tener en cuenta que quien manipula controlando la propaganda está también manipulado, y en consecuencia no hay nadie que sea responsable, todos somos responsables al mismo tiempo.

Yo soy a menudo violentamente criticado. Por ejemplo en Estados Unidos dicen que soy calvinista, es decir, pesimista, etc. El problema es que yo no soy calvinista, esto significa que no han comprendido nada de mi teología, pero esto no tiene importancia. La otra cosa es que ser pesimista en una sociedad como la nuestra solo puede conducir al suicidio, por lo que hay que ser optimista, hay que gastar el tiempo de descanso en Disneylandia. Eres optimista cuando vas a Disneylandia y no tienes que pensar en nada. Dicho de otra forma, la acusación de ser pesimista es una acusación que consiste en decirme que impido a la gente dormir tranquila… dejemos las cosas que sigan su camino, no se preocupen, duerman tranquilos y seguiremos adelante como se pueda. Yo no querría que mi discurso fuera demasiado pesimista ni demasiado cerrado. Yo querría explicar que el hombre es todavía un poco un hombre y que tiene todavía necesidades humanas, es todavía capaz de amor, es todavía capaz de piedad, es todavía capaz de amistad. Si este hombre toma conciencia de esta dominación por la técnica, de esta supresión de las obligaciones a las que está comprometido, de estas condicionamientos técnicos… si toma conciencia de ello, entonces comienza para él la libertad, porque es cuando nosotros nos hacemos conscientes de lo que nos determina (nos condiciona) cuando hacemos el mayor acto de libertad. A partir del momento en el que soy capaz de analizar, como analizaría cualquier objeto, a partir del momento en el que en este sistema técnico llego a desmontar su estructura, es entonces cuando comienza mi libertad, además, también, sé que estoy determinado por ese sistema técnico. No puedo decir que el sistema técnico no tiene nada que ver conmigo, utilizo continuamente la técnica y los objetos técnicos…

Estamos pues en situación de preguntarnos si la cuestión es si tiene algún sentido posible, pero esta búsqueda de sentido no puede ser un asunto puramente intelectual. La búsqueda del sentido implica el cuestionamiento radical de la vida moderna. Para encontrar un sentido hay que poner en cuestión lo que no tiene sentido. Estamos rodeados de objetos activos, eficaces, etc., pero que no tienen sentido. De alguna forma una obra de arte, tiene algún sentido, o varios sentidos, o provoca en mí algún sentimiento, alguna emoción que puede dar un sentido a mi vida. Sin embargo los productos técnicos no lo tienen. Por otra parte estamos ante la obligación de redescubrir verdades fundamentales, que la técnica hace desaparecer, y que podemos llamar valores, valores importantes, esenciales para que el ser humano encuentre que la vida vale la pena de ser vivida. Dicho de otra forma, es a partir del momento en que se considera que la situación es ciertamente peligrosa

cuando se deben poner en movimiento, más que las técnicas, todas nuestras capacidades intelectuales, humanas, de relación con los otros, crear movimientos, etc… Es decir, yo pienso que es cuando hay riesgo de una fatalidad, dicho de otra forma cuando las cosas corren el riesgo de desarrollarse como un destino para el hombre, y yo he escrito que la técnica finalmente se ha desarrollado como una especie de destino para el ser humano, es en ese momento cuando debemos sublevarnos, rehusar que eso sea un destino. Es lo que la humanidad siempre ha hecho cuando se ha encontrado en presencia de un destino. En todas las obras de teatro clásico griego está la presencia de la fatalidad a la que el hombre se dirige para oponerse a ella porque cree en la humanidad y en la libertad. En este momento, por tanto, no hay que esperar en alcanzar victorias rápidas, no hay que esperar que vayamos a tener facilidad en el combate, pero hay que saber que continuaremos cumpliendo con nuestro papel de seres humanos. En realidad se trata de una situación que no es insuperable. No hay ninguna fatalidad que no pueda ser vencida. Hacen falta razones muy profundas para ponerse a luchar. Hace falta tener convicciones muy fuertes. Hay que querer que el hombre continue finalmente siendo un hombre. Esta lucha contra la fatalidad de la técnica la hemos llevado hacia pequeñas acciones, hacen falta siempre grupos de gente a escala humana, donde todos se conozcan.N será un gran movimiento de masas, ni de sindicatos ni de grandes partidos políticos los que vayan a luchar contra este desarrollo. Lo que quiero decir es que no será muy eficaz. Si nosotros luchamos contra algo porque es demasiado eficaz no podemos tratar de ser más eficaces. Esto no será inmediatamente muy eficaz. Pero hace falta esperar que el ser humano no muera y haya una transmisión de generación en generación de las verdades.