Pedro M. Hurtado Valero, Teoría de la revolución por venir, Casapalma, 1997
Libro leido, releido, consultado, hojeado y ojeado… tantas veces… y sin embargo en cada nueva lectura vuelvo a sorprenderme con la lucidez de su autor.
La revolución por venir sólo puede ser una revolución que empiece por cada uno de nosotros. No vivimos en un mundo en el que hay opresores y oprimidos, pues cada opresor es también un oprimido y cada oprimido es un opresor. El antagonista no es tanto el estado como las formas de relación vigentes. La revolución por venir no tendrá como fin acabar con un orden para instaurar otro, sino provocar el desorden y la incertidumbre: «la actitud revolucionaria debe ser, no lo que altera un orden definido, sino lo impensable, lo fuera de orden», porque «la revolución genuina se define por su perenne voluntad de cambio, imprevisible y aventurera». No se trata de luchar por una utopía, pues «la utopía propone soluciones a lo actual, definidas necesariamente desde el mismo sistema; con eso continúa pensando dentro del orden presuntamente agredido». Tampoco se trata de protestar contra el orden vigente o contra sus consecuencias, porque «las protestas defienden valores radicados en el orden que nos constituye». La revolución por venir tendrá como protagonistas a individuos libres de los condicionantes del orden vigente, individuos que se afirmen a sí mismos como puntos preñados de energía que contraen relaciones de fuerza con otros. La nueva revolución deberá prescindir de la idea de tiempo orientado, de crecimiento y progreso. No se debe buscar ningún sentido al acontecer humano, pues no lo tiene. No existe ningún proceso histórico-lógico y por tanto no hay mundos mejores y peores. La actitud revolucionaria se asienta en el espíritu libre y en el acontecer en el que no hay medios ni fines.
Ante el colapso de la civilización industrial que se avecina no cabe pensar en alternativas y en elaborar teorías, pues todo lo que pensemos estará siempre imbuido del pensamiento sobre el que se sustenta el actual orden y la civilización vigente: «De aquí que el profundo pensar para el cambio sólo pueda ser un pensar exterior al sistema». Los cambios nunca provienen de las teorías sino de las prácticas. Las posibilidades de auténtico cambio serán creadas por práctica y por pensamientos que se sitúen fuera del sistema, más allá de sus márgenes: «Únicamente el pensamiento más osado, por casualidad, podría deteriorar el sistema y abrir opciones de mudanza suprema». Si son posibles nuevas teorías de lo por venir serán teorías que más que pensar en vías de cambio, las creen y las hagan posibles transitando por lo desconocido. Para ello no se puede confiar en fomentar una cultura de masas más digna, pues es imposible. «La salida se encuentra en una cultura colectiva cuyo tema obsesivo sea éste: maldecir la masa, descomponer su estúpida inercia, remover al individuo». Cada individuo, cada uno de nosotros, cada individuo deberá desprenderse de la masa y «despojarse del ser que lo define, en una búsqueda constante de vías nuevas de ser».