Regresar al campo desde la ciudad puede tener diferentes significados. A lo largo del tiempo han sido muchas las gentes que han buscado en el campo distintas formas de retiro del mundanal ruido, buscando una vida más sencilla y más «natural». A partir de mediados del pasado siglo se produjeron movimientos de personas que abandonaban la ciudad para regresar al campo, la mayoría de las veces excesivamente idealizado, como una reacción contra la mercantilización de la tierra, de la fuerza de trabajo y de la vida en general, y contra la alienación y la disolución de los lazos sociales consecuencia del capitalismo.
Muchas de estas experiencias fracasaron y acabaron por disolverse y muchas otras fueron absorbidas paradójicamente por el mismo sistema del que pretendían escapar. El capitalismo en su fase más avanzada utilizó hábilmente muchas de estas experiencias alternativas para poner en valor económico, es decir, para generar más capital, el mundo rural como una nueva mercancía en forma de paisajes, espacios naturales, historia, arte, artesanía, producción bio-ecológica, etc… Gran parte de aquellos «neorurales» que pretendieron ser una alternativa a la mercantilización de todo y al consumismo desbocado, se convirtieron en los «gestores del paisaje», en los administradores de los «nuevos nichos de mercado» y en la mano de obra barata para los «nuevos yacimientos de empleo».
Es algo que ya hemos comentado más de una vez en este blog. El regreso al campo no tiene sentido si no se plantea desde una crítica radical al capitalismo, sin perder en ningún momento de vista que el objetivo no puede ser crear pequeñas islas dentro de este sistema, ya que esto no es posible, sino el de abrir grietas en él y luchar con todos los medios para hacer estas grietas cada vez mayores, creando redes de pequeñas comunidades en las que se vayan desarrollando nuevas formas de vida, con lógicas comunales no mercantiles ni basadas en el intercambio ni en la obtención de beneficios. Si el interés particular, la obtención de beneficios, la concepción del mundo como una inmensa fuente de recursos a explotar, el crecimiento constante y el progreso son las claves del capitalismo, las alternativas que se pueden poner en marcha desde una nueva concepción de lo rural deben partir de lo común. Lo comunal representa un concepto mucho más amplio que lo que puede entenderse como otra forma de propiedad. Lo común, son las obligaciones que tenemos como colectivo. Son estas obligaciones que cada individuo tiene para con el resto de los miembros de su comunidad las que conforman lo común. Por tanto lo comunal no es una forma diferente de propiedad, sino la abolición de ésta. Lo comunal es una forma de vida en la que no cabe el mercado, ni la explotación, ni la ganancia. Lo comunal es vivir en común, sabiendo que cada persona tiene obligaciones para con los demás, creando y compartiendo nuestros saberes, nuestros cuidados y nuestros esfuerzos en una comunidad de personas, animales y tierra.
Hemos leído un interesante artículo en el que se abordan algunas de las cuestiones aquí planteadas desde un punto de vista mucho más interesane del que esperábamos del tipo de publicación en el que aparece: