Los límites de la deserción

rus redire es el nombre que dimos a este espacio virtual porque creíamos que la vuelta al campo podría ser el punto de arranque de nuevas formas de vida. Todavía lo creemos posible, aunque sabemos por experiencia que no se cambian las formas de vida sólo por el hecho de volver al campo. Siempre hablamos de volver al campo, aunque sabemos que lo que se entiende normalmente como «el campo» ya no existe. El campo era un conjunto de formas de vida, de saberes, de formas de relación entre las personas y con la naturaleza, que hoy han desaparecido por completo. Por eso, volver al campo es mucho más que desplazarse a un territorio. Volver al campo es tratar de recuperar todo eso que se ha perdido. No es nada fácil. En la mayoría de las ocasiones puede ser hasta imposible. Algunos seguimos intentándolo.

Volver al campo es por tanto la voluntad de recuperar unas formas de vida que han desaparecido por completo, para intentar, a partir de ellas, construir nuevas formas de vida capaces de superar la forma de vida (de no-vida) única que nos impone el capitalismo en la que las personas vivimos aisladas para producir cada vez más, para consumir cada vez más, y para, por medio de la dominación de la vida, ir socavando la vida.

En alguna ocasión hemos oido a Yayo Herrero decir que es necesario hacer una antropología de salvamento: hay que recuperar los saberes que hicieron posible la vida durante siglos y que hoy están a punto de desaparecer por completo en las residencias de ancianos y en los centros de día. Es una de las labores que nos impusimos a nosotros mismos cuando decidimos volver al campo. Quizá hemos llegado demasiado tarde…

Volver al campo es desertar de unas formas de vida (de no-vida) para irse al desierto, porque eso es en lo que se ha convertido «el campo». Pero es un desierto conquistado, que reproduce las condiciones de vida de las grandes urbes, aunque vacío. Un desierto utilizado por la economía global como vertedero de desechos, como fuente de recursos para la industria alimentaria y como espacio para el consumo de ocio de las masas urbanizadas.

Pero volver al campo es también, y sobre todo, una manera de abrir caminos por los que movernos en busca de nuevas formas de relación desvinculadas del mercado y del interés. Volver al campo puede ser el primer paso para iniciar un camino, junto con otras personas, para la creación de lazos que nos permitan volver a construir comunidad, para que el yo se disuelva en el nosotros y para que la vida se vuelva a situar en el centro de todo.

Sin embargo no hay que idealizar la vuelta al campo, ni como la única manera de crear estas nuevas formas de vida, ni siquiera como la mejor manera de hacerlo. Volver al campo no sirve de nada si nos conformamos sólo con eso.

Marc Badal habla en este vídeo de los límites de las estrategias «neorurales»: