«Exterminad a todos los salvajes»

Exterminad

Sven Lindqvist, Exterminad a todos los salvajes”, Traducción de Carlos Kristensen, Turner, 2004

“En todo el mundo existe un conocimiento reprimido profundamente que, si cobráramos conciencia, haría estallar nuestra concepción del mundo y nos obligaría a dudar de nosotros mismos.”

“Exterminad a todos los salvajes” es el imperativo con el  que Kurtz, personaje literario de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, expresaba lo que ya se estaba haciendo. En nombre del progreso, de la ciencia, del desarrollo, del crecimiento, los estados civilizados se embarcaron durante el siglo XIX en la inmensa tarea de exterminar salvajes y en la aún más inmensa de explicarla racionalmente, de justificarla y de olvidarla.

Sven Lindqvist hace un recorrido a través de los genocidios y del exterminio de pueblos enteros a los que la ciencia moderna clasificó como pertenecientes a razas inferiores y por lo tanto condenados a desaparecer como consecuencia de la selección natural, con la que los pueblos “civilizados” tuvieron que colaborar activamente practicando “el arte de acelerar el exterminio de un pueblo inculto”. Lindqvist no solo nos acompaña a través de numerosos ejemplos concretos del avance de la civilización entre pueblos primitivos que debían ser eliminados en nombre del progreso, sino que en su recorrido por la historia del exterminio también nos va presentando las diferentes formas de racionalización a que dio lugar el imperialismo y el colonialismo durante el siglo XIX. Biólogos, antropólogos, filósofos y toda clase de científicos se lanzaron durante el siglo XIX a conformar el cuerpo teórico y doctrinal que respaldaba y justificaba el imparable avance de la modernidad capitalista desarrollando conceptos como raza, evolución, selección natural, espacio vital… Porque, como nos recuerda Juanma Sánchez Arteaga en su libro La razón salvaje“no cabe duda de que Darwin ideó sus revolucionarias teorías inmerso en el imaginario salvaje de la burguesía imperialista decimonónica”.

El genocidio practicado en el Congo Belga de Leopoldo II en el que Conrad sitúa su novela no fue una excepción. Toda Europa actuaba con la misma premisa: “exterminad a todos los salvajes”, porque como escribía Paul Rohrbach, “tanto para los pueblos como para los individuos vale que la existencia que no crea valores no puede pretender derecho a existir”. En el mundo moderno, libre, democrático, el crecimiento de la riqueza es el objetivo y quien no crea ningún valor, debe desaparecer para permitir el progreso y el enriquecimiento de quienes desean crear valor.

Todos nosotros sabemos lo suficiente. Todos sabemos que nuestro bienestar actual está construido sobre el genocidio, sobre el exterminio, sobre la destrucción de pueblos enteros, de culturas milenarias, de sistemas de vida autosuficientes… pero, tal como nos recuerda Lindqvist al comienzo y al final de su libro, “lo que nos hace falta es el coraje para darnos cuenta de lo que sabemos y sacar conclusiones”.

El nazismo fue un heredero directo del sistema colonialista e imperialista. Tampoco fue una extraña excepción y cumplió, desde el punto de vista que nos muestra Lindqvist en este libro, la importante función de hacernos olvidar que nuestro sistema de vida actual está edificado sobre el genocidio, sobre el exterminio, sobre la destrucción, sobre el robo, sobre la explotación, sobre la esclavitud. Todos sabemos lo que pasó, aunque preferimos ignorarlo para poder seguir viviendo como vivimos: “Tampoco, como sus contemporáneos, podía Conrad estar libre de haber oído hablar del ininterrumpido genocidio que caracterizó todo su siglo. Somos nosotros los que hemos reprimido ese conocimiento. No queremos recordarlo. Deseamos que el genocidio haya empezado y haya concluido con el nazismo. Es mucho más tranquilizador que así sea”. Vivimos mucho más tranquilos si creemos que el genocidio es obra de unos locos y no el fundamento del sistema de dominio del mundo que ha permitido lo que llamamos nuestro “bienestar”.

“No es conocimiento lo que nos hace falta. La población educada ha sabido siempre, puede decirse, las atrocidades que fueron perpetradas y que se perpetran en nombre del Progreso, la Civilización, el Socialismo, la Democracia y el Mercado.