La apuesta directa

La apuesta directa

 

El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

David Eloy Rodríguez

Este libro es una reflexión colectiva sobre caminos de emancipación. Hoy ya no podemos hablar del capitalismo como algo externo a nosotros, supuestamente la mayoría que anteriormente nos reconocíamos como «clase trabajadora», «clase obrera» o «proletariado». Hoy, el capitalismo somos nosotros, porque el problema, ahora, «es que la jaula está en el interior del pájaro». Los distintos autores nos proponen nuevos escenarios para la vida, escenarios de lucha y de recomposición comunitaria en los que poder salir de la jaula, caminos de emancipación a través de las grietas, como propone John Holloway, que se abren en las paredes entre las que estamos encerrados. No podemos ya, porque además es inútil, esperar a que alguien solucione los problemas, a que alguien organice mejor el mundo. Ni siquiera nosotros somos capaces ya de hacer propuestas de un mundo mejor, porque ya no hay un mundo mejor. Tendremos que ir construyendo nuestros mundos nosotros mismos, desde pequeñas comunidades en las que se creen ámbitos de solidaridad, de ayuda mutua, de cuidados y de afectos que permitan la reproducción de la vida.

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Tejiendo voces por la casa común

Somos mujeres y hombres,

niños y ancianos bastante comunes,

es decir,

rebeldes, inconformes, incómodos, soñadores

Subcomandante Marcos, 1999

Tejiendo voces por la casa común es la iniciativa de un grupo de personas dispuestas a resistir al horror que ha caído sobre todos nosotros, para contribuir, tejiendo sus voces, a construir un mundo en el que quepan muchos mundos, trabajando por reorganizar la sociedad desde abajo, desde la gente común, para fundar nuevas formas de vida que celebren la diversidad y que defiendan la vida en la casa común.

El Primer Encuentro Internacional Tejiendo Voces por la Casa Común, se celebró del 12 al 20 de noviembre de 2015.

el camino del buen vivir es un camino subversivo

Raquel Gutiérrez Aguilar habla sobre el buen vivir y sobre el camino del buen vivir. No es un camino hacia el buen vivir, sino del buen vivir. Y el camino del buen vivir sólo puede ser un camino subversivo. Es necesario desordenar. Es imprescindible desbordar lo institucional para poder construir ámbitos de autonomía material que posibiliten la necesaria autonomía política. No podemos aceptar ser gobernados. Tenemos que construir nuestras propias vidas, pensando por nosotros mismos, tomando nuestras propias decisiones, juntos con nuestros pares, con quienes vivimos, con quienes compartimos nuestras vidas. El camino del buen vivir es un camino que se hace en común, desordenando lo que alguien ordena para nosotros. Porque no podemos seguir viviendo una vida que se vive muriendo.

 

Otra vida es posible

«Otra vida es posible» es el título de un libro, resultado de una investigación académica.

OtraVidaPosible

 

La investigación, cuyo resultado es este libro, trata de explorar  si existen alternativas al modelo económico dominante observando casos reales. Esta investigación analiza las prácticas económicas alternativas que, partiendo de modelos culturales diversos, se basan en valores diferentes de los valores predominantes en el sistema económico vigente, es decir que su objetivo no es la búsqueda de ganancia sino la búsqueda de satisfacer las necesidades y de lograr un crecimiento personal.  Una de las primeras conclusiones de esta investigación es que, en contra de lo que se suele pensar, no se trata de un movimiento marginal o de casos aislados, sino que este tipo de prácticas económicas alternativas se encuentran bastante más extendidas de lo que nos quieren hacer creer.

En el siguiente vídeo se puede ver la presentación de este libro:

 

Otros mundos son posibles: Lolita Chávez Ixcaquic

Lolita Chávez, de origen maya, reivindica la posiblilidad de otros modelos de vida que los estados y las multinacionales desean impedir pues para ellos sólo existe un modelo, el del desarrollismo, el crecimiento, el progreso… un modelo que está destruyendo la vida…

 

 

El poder del NO. Entrevista de Gustavo Duch con Lolita Chávez

la inevitable clandestinidad

No hay otra forma de hacer frente a la deriva de la civilización actual que nos conduce hacia el caos, hacia el final de la humanidad. No se puede hacer nada para lograr un mundo diferente,  otros mundos posibles. Sólo es posible ir construyéndolos poco a poco y eso sólo es posible desde los márgenes, desde la clandestinidad…

 

 

Asfaltar Bolivia

Se llaman gobiernos revolucionarios, de izquierdas, populares, indígenas… pero son más de lo mismo. Deciden cómo tiene que vivir la gente; deciden lo que necesita el pueblo; deciden lo que es pobreza y lo que es riqueza; deciden que lo que hace falta es progresar, ser modernos, desarrollarse… A estro se le empezó a llamar «Despotismo Ilustrado» hace algunos siglos… Y seguimos instalados en él.

El gobierno de Evo Morales quiere sacar de la pobreza  a su pueblo, porque para ellos vivir en un choza de paja, sin electricidad, ni teléfonos, ni televisión, es ser pobre. Quiere llevar el progreso y el desarrollo a los pobres indígenas…

Evo Morales forma parte del plan globalizador que pretende asfaltar el mundo entero para acabar con la pobreza de quienes no se sienten pobres y llevarles la riqueza de quienes son pobres de verdad.

 

 

La ideología del Progreso en Latinoamérica

Las palabras “progreso”, “desarrollo” y “modernización” en el mundo capitalista, o sea, en el mundo, son la corteza ideológica de la acumulación de capitales y el crecimiento económico; configuran el discurso de la clase dominante puesto que ellas son su eje vertebrador. En América Latina, mientras imperó el modelo agro-exportador neocolonialista y gobernaron las oligarquías que se beneficiaban de él, tales conceptos tuvieron un significado claro: el progreso era progreso de los otros, del capitalismo exterior. El desarrollo mundial de las fuerzas productivas se concretaba en subdesarrollo local y la capitalización exterior, en una descapitalización interior. Mientras dominaron los terratenientes latifundistas y la burguesía comercial, la inmensa “riqueza” de la tierra, es decir, el precio de sus recursos en el mercado mundial, equivalía a la pobreza más abyecta de la mayoría de sus habitantes, proletarizados a la fuerza y bajo la amenaza permanente de la desocupación. A falta de una clase media floreciente y de una burguesía local emprendedora, la industrialización fue tardía, escasa y deficiente. Entre tanto, el papel de la tecnología en el desarrollo económico adquiría una importancia creciente y la clase dirigente latinoamericana tenía que importarla trasfiriendo su coste a la masa asalariada. El sistema hacía aguas y se sumergía en crisis sociales intensas. La paradoja de un capitalismo imperialista enemigo de un desarrollo capitalista local dio lugar a la formación de un nacionalismo resistente, curiosamente representado por políticos conservadores y dictadores militares que se significaron en el aplastamiento de un movimiento obrero independiente, de un campesinado combativo y de una clase media radical en horas bajas. El programa industrializador y desarrollista de la casta militar usaba el Estado como agente principal, tratando de desempeñar la función histórica que no tuvo la burguesía.

El Estado debía romper la “dependencia” político-económica exterior, reforzando bancos nacionales y levantando barreras proteccionistas, aunque sin lesionar ni los intereses caciquiles sobre los que se sostenía, ni contrariar la geoestrategia del capital estadounidense. En un pulso desigual, el imperialismo norteamericano se impuso y la vía “prusiana” autoritaria de desarrollo capitalista fue la que predominó durante la fase globalizadora: el Tesoro americano, la Banca Mundial y el Fondo Monetario Internacional, fueron las instancias que perfilaron sin discusión las políticas económicas de Latinoamérica basadas en la estabilidad macroeconómica y la inversión exterior, al menos hasta finales de los noventa. Los exiguos logros de la globalización permitieron el acceso de la población urbana a las migajas obtenidas con la explotación del territorio y la terciarización, pero el principal fruto que el desarrollismo desregularizador y neoliberal había desarrollado era una burocracia depredadora y corrupta cuya gestión arruinó a las nacientes masas consumidoras, empujándolas a la emigración y desestabilizando un país tras otro. En ese contexto emergen nuevas fuerzas sociales de perfil socialpopulista que amparándose en las estructuras políticas vigentes llegarán al poder. A pesar del lenguaje izquierdista a la antigua usanza, no pretenden abolir capitalismo mediante una “revolución” socialista. Dichas fuerzas, producto de la evolución de las clases en la última fase capitalista, tratan en realidad de estimular la creación de capitales desde una óptica reindustrializadora y neoextractivista. El Estado vuelve a ser el instrumento de un despegue económico y tecnológico capaz de repartir beneficios y dotarse de una amplia base social. La nueva burocracia es progresista, ya que la componen dirigentes de los recientes movimientos sociales, viejas figuras de los antiguos y tecnócratas de vanguardia; también es el agente actual del desarrollismo, hoy muy dependiente del capital financiero, y el adalid del progreso material entendido como alta capacidad de consumo de mercancías.

Es evidente que el “desarrollo” de la economía es fundamental para la buena marcha de una sociedad sometida a las leyes del mercado mundial, y éste parece depender ante todo de la explotación de recursos mineros, madereros, acuíferos, narcóticos, agrícolas y petroleros. Parece que no haya más alternativa que la desintegración de las viejas estructuras ligadas a formas obsoletas de capitalismo o la destrucción del territorio y la desintegración de las comunidades supervivientes. La nueva clase dirigente intenta entonces imponer un modelo extractivo basado en la explotación del patrimonio natural como motor principal de crecimiento. Reproduce pues el viejo modelo exportador, pero con la novedad de reinvertir parte de las ganancias en los sectores de la población sobre todo campesina que permanecían al margen del mercado, hecho que les hacía merecer la categoría de “pobres”, recurriendo al crédito con el objeto de integrarlos en el mercado y de pasada legitimarse. Según los cánones progresistas, el “bienestar” se concreta en la posesión de objetos fetiche como automóviles, electrodomésticos, ordenadores y teléfonos portátiles, en el uso de pesticidas y cartillas bancarias, o en la compra en grandes superficies, exactamente el tipo de miseria caracterizada por la abundancia de mercancía inútil que prolifera en los países enteramente capitalizados. El Progreso, bandera de la nueva clase, no es más que la industrialización del territorio y la monetarización de toda la actividad social. Así pues, los modos de vida tradicionales, agrarios, colectivistas, han de sucumbir ante el modo de vida moderno, consumista, individualista y depredador, para que el sistema económico se mantenga y la burocracia extractivista se consolide.

En América Latina, los Estados son ahora la pieza clave de la globalización, de cuyas infraestructuras se encargan sus gobiernos. Las carreteras, las represas, las urbanizaciones y las centrales eléctricas preparan y acondicionan el territorio para la penetración de la economía: se encargan de “vertebrar y articular el país”, es decir, facilitan la transformación del territorio en capital. Dicho proceso es indiferente a las necesidades reales de la población y a los impactos medioambientales, pues persigue objetivos meramente capitalistas. Y precisamente las comunidades indígenas, no contaminadas por el Progreso se yerguen como baluarte de la barbarie desarrollista, pagando el precio de la criminalización de su protesta, de los vejámenes policiales y del soborno de sus representantes. La defensa del territorio no es simplemente una resistencia a la expropiación, es una defensa de la identidad, de la cultura, del patrimonio ancestral. Por eso se convierte en faro de las masas urbanas colonizadas, atrapadas en modos de vida neuróticos, frustrantes y despersonalizados, reprimidos, infelices y extremadamente dependientes. La idea de Progreso cobra en las periferias metropolitanas, en las conurbaciones parásitas, un sentido tanto o más macabro que en los proyectos faraónicos insensatos con que la nueva casta progresista castiga al territorio. Las luchas no se detienen en regatear servicios estatales, reclamar más créditos o exigir más puestos de trabajo, reivindicaciones que limitan los movimientos urbanos. Son luchas antiestatales y anticapitalistas, reclaman el derecho a ignorar al Estado-Capital y vivir al margen de él. Precisamente lo que en la época de su fusión completa con el Capital ningún Estado puede tolerar.

Argelaga, 12 de marzo de 2015

Educando el mundo

Lo que caracteriza al mundo moderno por encima de todo es la voluntad de imponer un modelo único para todos. El modelo del progreso, del crecimiento ilimitado, de la ciencia, de la codicia, del dinero y del consumo insaciable. Para ello todos los demás modelos existentes o posibles deben ser erradicados por completo. La educación es una de sus armas más importantes, aunque no la única.

A pesar de todo, lo peor de este modelo no es que sea un modelo basado en la codicia y en la competencia. Lo peor es que pretenda ser el único válido, el bueno, el verdadero, el mejor, el más evolucionado…

Como muy bien expresó Ivan Illich, “la escuela es la agencia de publicidad que le hace a uno creer que necesita la sociedad tal como está”. Es por ello por lo que la escuela es obligatoria y es por ello por lo que los colonizadores -occidentales, hombres y blancos- se esfuerzan tanto en promover “la educación” por todo el mundo. Una educación que tiene como objetivo acabar con todo vestigio de culturas diferentes de la cultura única basada en el capitalismo, el patriarcalismo, el etnicismo y el racionalismo.

La educación en el modelo único acaba con los modelos culturales tradicionales, con los modelos marginales y con cualquier posibilidad de vivir y de entender la vida de una forma diferente a la forma capitalista, patriarcal y racional. No hay sitio en el mundo para poder vivir de otra manera diferente a la dictada por el modelo único. Las culturas tradicionales se convierten en mercancías para la industria turística.

El hombre-blanco-occidental-racional-evolucionado se considera el salvador de los pueblos atrasados. Acude a ellos para ayudarles y lo primero que hace es ayudarles a perder su lengua, sus costumbres, su forma de vivir adaptada a su entorno, en definitiva: su cultura. Lo más triste es que las amenazas más grandes provienen de las buenas intenciones.

Con el pretexto de sacarles de la pobreza, del atraso y de la superstición se lanza a millones de personas a una vida indigna enmedio de la miseria y de la suciedad en grandes basureros, en suburbios con chabolas de chapa y cartón…

Educando el mundo: La última responsabilidad del Hombre Blanco (Schooling the World: The White Man’s Last Burden) es una película realizada por Carol Black:

1898 1900 Gandhi

Estado del bienestar/Naturaleza muerta

Velpister, Estado del bienestar/Naturaleza muerta, Ediciones Lupercalia

Velpister

 

Porque lo que llaman nuestro bienestar es la muerte, es el fin de la vida. Porque lo que llaman nuestro bienestar es vender el aire, el agua y la tierra para obtener unos papelitos que llaman «dinero», que no se pueden comer ni beber pero que nos hacen sentirnos ricos y poderosos. Porque lo que llaman nuestro bienestar es matar la vida, es matar de hambre a millones de seres humanos, es robar a millones de seres humanos todo lo que les permite seguir con vida… Porque el Estado de bienestar es una naturaleza muerta…

Este libro es un grito, una voz en el desierto…

 

En mi barrio las únicas asambleas
populares que se convocan son
para decidir cuánto dinero le va
a tocar a cada uno cuando se talen
todos los robles, castaños y pinos
entre otros matorrales y
vegetaciones
para construir un hermoso polígono
industrial.
El dinero es importante.
Lo es más que respirar.