John Zerzan, El crepúsculo de las máquinas, Traducción de Xavier Caixal i Baldrich, Prólogo de Carlos Taibo, Los libros de la catarata, 2016
John Zerzan es considerado tanto por sus detractores como por algunos de sus seguidores como un pensador desmesurado. No estoy de acuerdo en absoluto. Lo que es desmesurado es el mundo en el que vivimos, la civilización, la cultura globalizadora, homogeneizadora y normalizadora, y sobre todo nuestra dependencia de las tecnologías.
Es la lógica de la dominación la responsable de esta desmesura en la que vivimos. Leopold Kohr puso el dedo en la llaga cuando intuyó que el desastre de la modernidad era una cuestión de escala. Para Zerzan, la crisis de la civilización es mucho más que una cuestión de escala. La desmesura de la civilización actual es efectivamente una cuestión de escala, pero su origen no es una cuestión de escala. El origen de los males de la civilización es la civilización misma que responde a una actitud de los humanos ante la vida: la actitud de dominio. El deseo de dominio de la naturaleza y de la vida, de su control, de su sometimiento, dio lugar en el neolítico, según Zerzan, a la división del trabajo, a la especialización, al trabajo en serie, al desarrollo de la tecnología y a la esclavitud en nombre de la libertad. La división del trabajo es necesaria para el desarrollo de herramientas y de máquinas complejas. El objetivo es el dominio y el control de la naturaleza. Las consecuencias son varias: la destrucción de la naturaleza, la sustitución de las pequeñas comunidades de vida basadas en las relaciones cara a cara por complejas sociedades basadas en la ley y en relaciones mediadas por el intercambio y por la tecnología. Las máquinas son las herramientas que permitieron el industrialismo y el surgimiento del capitalismo, pero es la lógica de la dominación y la división del trabajo lo que se encuentra en su base.
Para Zerzan las máquinas y la tecnología son una consecuencia de la civilización y ésta es una consecuencia de la aplicación de la lógica del dominio. Para dominar la vida los humanos hemos desarrollado la tecnología. Buscando la libertad, los humanos hemos encontrado la esclavitud. El llamado «progreso» se basa en el desarrollo de herramientas cada vez más complejas, llegando hasta la actual red de alta tecnología que constituye un enorme sistema mundial del que nadie tiene el control y del que todos somos esclavos; un sistema que ha convertido a los grupos humanos en masas, que ha destruido la autonomía de los individuos y de los pequeños grupos que ya no son capaces ni siquiera de sobrevivir sin integrarse en dicho sistema, y que tiene como consecuencia el aislamiento de los individuos.
El dominio de la vida ha dado lugar a la consideración de la especie humana como algo separado de la misma, por encima de ella. Los humanos no formamos ya parte de la naturaleza, ni de la vida a las que creemos dominar por completo. Ya nada es real, nuestras relaciones se establecen en mundos virtuales, nos alimentamos con productos desarrollados en laboratorios y caminamos hacia la producción de todo tipo de vida en los mismos. La humanidad es un invento de los humanos. Como dijo Lyotard, y nos recuerda Zerzan en este libro, «la tecnología no es una invención de los humanos. Más bien a la inversa».
No hay alternativa sin salir del modo de vida imperante. La única alternativa es transformar radicalmente nuestra actitud ante la vida: abandonar toda pretensión de dominio y fundirnos en la naturaleza y en la vida en pequeñas comunidades enraizadas en la tierra que sabrá sustentarnos como lo hace con todos los demás seres vivos.