Ivan Illich, La sociedad desescolarizada, Traducción de Gerardo Espinosa, Barral Editores, 1964
«La escuela es la agencia de publicidad que le hace a uno creer que necesita la sociedad tal como está.» (p. 145)
«Debo a Everett Reimer el interés que tengo por la educación pública. Hasta el día de 1958 en que nos conocimos en Puerto Rico, jamás había yo puesto en duda el valor de hacer obligatoria la escuela para todos. Conjuntamente, hemos llegado a percatarnos de que para la mayoría de los seres humanos, el derecho a aprender se ve restringido por la obligación de asistir a la escuela.»
La propuesta de Ivan Illich es «desescolarizar la sociedad y no tan sólo reformar el sistema educacional establecido», porque la escuela «sirve como ritual de iniciación a una sociedad de consumo orientada hacia el crecimiento, tanto para ricos como para pobres».
Para Ivan Illich se trata de desescolarizar la sociedad, de acabar con la escolarización obligatoria. No se trata de cambiar de modelos, ni de reformar la escuela. Se trata de que no haya escuela, porque acabar con la escuela es el primer paso para acabar con el orden económico actual basado en la producción y consumo crecientes, ilimitados, competitivos y obligatorios, y del orden político construido sobre el estado-nación controlador y represor en cuyo seno la escuela es la encargada de su justificación y de su mantenimiento. Porque, «mientras no nos percatemos del ritual a través del cual la escuela moldea al consumidor progresivo -el recurso principal de la economía- no podemos romper el conjuro de esta economía y dar forma a una nueva».
Algunos extractos:
p. 13:
“Tanto el pobre como el rico dependen de escuelas y hospitales que guían sus vidas, forman su visión del mundo y definen para ellos qué es legítimo y qué no lo es…”
“Las burocracias del bienestar social pretenden un monopolio profesional, político y financiero sobre la imaginación social, fijando normas sobre qué es valedero y qué es factible. Este monopolio está en las raíces de la modernización de la pobreza. Cada necesidad simple para la cual se halla una respuesta institucional permite la invención de una nueva clase de pobres y una nueva definición de la pobreza.”
“Una vez que una sociedad ha convertido unas necesidades básicas en demandas de bienes producidos científicamente, la pobreza queda definida por normas que los tecnócratas cambian a su amaño. La pobreza se refiere entonces a aquellos que han quedado cortos respecto de un publicitado ideal de consumo en algún aspecto importante.”
p. 14:
“Los pobres siempre han sido socialmente impotentes. El apoyarse cada vez más en la atención y cuidado institucionales agrega una nueva dimensión a su indefensión: la impotencia psicológica, la incapacidad de valerse por sí mismos…
p. 15:
“… cada vez más incapaces de organizar us propias vidas en torno a sus propias experiencias y recursos dentro de sus propias comunidades.”
p. 17:
“Debería ser obvio el que incluso con escuelas de igual calidad un niño pobre rara vez se pondrá a la par de uno rico. Incluso si asisten a las mismas escuelas y comienzan a la misma edad, los niños pobres carecen de la mayoría de las oportunidades educativas de que dispone al pasar el niño de clase media.”
p. 18:
“En las naciones pobres, la pobreza modernizada afecta a más gente y más visiblemente, pero también -por ahora- más superficialmente.”
“La mayoría de los países de América Latina han llegado al punto de “despegue” hacia el desarrollo económico y el consumo competitivo y, por lo tanto hacia la pobreza modernizada: sus ciudadanos aprenden a pensar como ricos y vivir como pobres.”
p. 21:
«Se reconoce de manera general hoy por hoy que el medio ambiente físico quedará destruido dentro de poco por la contaminación bioquímica a menos que invirtamos las tendencias actuales de producción de bienes físicos. Debería reconocerse asimismo el que la vida social y personal está igualmente amenazada por la contaminación del Ministerio de Salud, Educación y Bienestar, subproducto inevitable del consumo obligatorio y competitivo del bienestar.»
p. 22:
“El que todos tengan iguales oportunidades de educarse es una meta deseable y factible, pero identificar con ello la escolaridad obligatoria es confundir la salvación con la iglesia. La escuela ha llegado a ser la religión del proletariado modernizado, y hace promesas huecas a los pobres de la era tecnológica.”
p. 30:
“… una sociedad en la que el progreso social está ligado, no al conocimiento comprobado, sino al historial de aprendizaje mediante el cual presuntamente se adquiere”
“La desescolarización de la sociedad implica el reconocimiento de la naturaleza ambivalente del aprendizaje. La insistencia en la sola rutina podría ser un desastre; igual énfasis debe hacerse en otros tipos de aprendizaje. Pero si las escuelas son el lugar inapropiado para aprender una destreza, son lugares aún peores para adquirir una educación. La escuela realiza mal ambas tareas, en parte porque no distingue entre ellas. La escuela es ineficiente para instruir en destrezas por ser curricular. En la mayoría de las escuelas, un programa cuyo objetivo es mejorar una habilidad está siempre concatenado a otra tarea no pertinente. La historia está amarrada al progreso en matemáticas, y la asistencia a clases al derecho a usar el patio de juegos.”
p. 37:
“La sociedad tradicional se asemejaba más a un grupo de círculos concéntricos de estructuras significativas, mientras el hombre moderno debe aprender el cómo hallar significación en muchas estructuras con las que está relacionado de manera sólo marginal. En la aldea, el lenguaje, la arquitectura, el trabajo, la religión y las costumbres familiares eran compatibles entre sí, se explicaban y reforzaban mutuamente. El desarrollarse en una implicaba un desarrollo en las otras. Incluso el aprendizaje especializado era el subproducto de actividades especializadas… La educación no competía en tiempo ni con el trabajo ni con el ocio. Casi toda la educación era compleja, vitalicia y no planificada.”